EL LIBRO DE EQUIS

PARTE 3: NIHILO

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CAPÍTULO 20 - AL ALBA

Durante el trayecto hasta la fiesta, Equis notó cómo haberse bebido aquella copa tan rápido le estaba haciendo efecto. Fue hablando con Bea, que se había mostrado muy interesada en su blog y en sus poemas. Delante de ellos iba Alex con Nacho, el Fiestas, que era quién tenía la ubicación a la que se dirigían. Se suponía que en aquel ático había bebida gratis y muchos amigos de Clara, ya que era el cumpleaños de una de ellas, Alba, que también era la anfitriona.

Cuando llegaron al portal, Pablo les estaba esperando fuera. Llevaba un vaso de balón con lo que tenía que ser un Gin-tonic, ya que era lo único que bebía que no fuese cerveza. Iba vestido con una camisa negra y cogía su vaso como si fuera una persona muy distinguida.

    - Carapersianas vais a flipar con el sitio al que os he traído. Se ve todo puto Madrid desde ahí arriba. – dijo Pablo nada más verles acercarse.

    - Lo calificarías cómo sublimemente pelirrojo – contestó Equis desde la distancia poniendo voz de persona muy fina, haciendo referencia a las pintas que llevaba su amigo. - ¿Qué tal estás cabrón?

    - ¡Pues aquí me ves! – dijo antes de abrir los brazos para abrazar a Equis – Me alegro de verte “broda”.

Pablo abrazó a Equis bruscamente, como hacía siempre o incluso un poco más fuerte, ya que iba algo tocado por los varios Gin-Tonics que se había tomado. Después, subieron a la séptima planta de aquel edificio en el centro de Madrid. Cuando llamaron a la puerta del piso, les abrió Carmen, una de las amigas de Clara, que era la novia de Pablo y quién les había invitado a ir allí.

    - Capullo, mira que te ha dicho tu novia que no sacaras el vaso de cristal – le dijo Carmen a Pablo cuando le vio entrar con el vaso de balón.

    - No es correcto pequeña Carmen – contestó Pablo mientras entraba el último y cerraba la puerta de la casa. – Clara me ha dicho que no lo sacara, yo le he dicho que sí lo haría y ella me ha dicho literalmente “que no te vea yo sacándolo”. Y no me ha visto. Respeta las normas del juego Little Carmen.

    - Ni normas, ni leches – respondió Carmen dándole a Pablo un golpe en el hombro con los nudillos que él ni sintió – Y obvio que Clara sabrá que ya estás borracho y que hay que cerrarte el grifo.

Clara, tenía dos grupos de amigos. El primer grupo lo formaban sus compañeras de la facultad de derecho. En general, eran bastante pijas y llevaban un rollo muy distinto al de Pablo y sus colegas del cine, por lo que ni a él ni a Equis les gustaba mucho coincidir con ellas. Por otra parte, Clara seguía conservando el que era su grupo de amigos del instituto. Eran un montón y Pablo se había ganado el afecto de todos desde que los conoció. Por extensión, Equis había coincidido en fiestas con muchos de ellos y de hecho Carmen, la chica que les había abierto la puerta y acababa de golpear a Pablo, era una de esas personas.

Después de aquella introducción, les indicó que subieran por unas escaleras que había justo a la derecha de la puerta por la que habían entrado. Aquel piso tenía pinta de ser muy, muy grande. Lo poco que Equis había podido ver era el vestíbulo, que era muy amplio y daba a varias puertas de las cuales solo una estaba abierta y se veía que era una cocina enorme.

Según llegaron al piso superior, todos fueron haciendo algún gesto o comentario sobre lo que veían, porque era una pasada.

    - ¿Os lo dije o no os lo dije? – dijo Pablo, que fue el último en subir. – Fiestas, has sido derrotado una vez más. – Añadió al final mientras daba un pequeño (gran) empujón a Nacho, el Fiestas.

En el piso superior había una sala muy parecida al recibidor inferior, solo que una de las paredes, la que tenían justo en frente, era un gran ventanal con una puerta, también de cristal, desde el que se divisaba una terraza enorme, un montón de gente y, al fondo del todo, unas impresionantes vistas del centro de Madrid. Se podía escuchar que había música comercial aleatoria sonando fuera antes de cruzar la puerta de cristal, así como el murmullo de muchas conversaciones fluyendo.

La terraza estaba abarrotada. Podría haber fácilmente entre veinte o treinta personas a simple vista. Pablo reunió al grupo, dio un último trago a su Gin-Tonic y se dirigió a Carmen.

    - Bueno, pequeña Carmen, ahora nos tienes que guiar hasta mi querida novia. – dijo Pablo mirándola y sonriendo, mientras le ponía el vaso vacío en la mano – ¿estás preparada?

Según ella agarró el vaso de cristal, Pablo, que medía casi dos metros, cogió a la pequeña Carmen por las axilas y la levantó por encima de todo el mundo con una facilidad alucinante.

    - ¡Guíanos, Little Carmen! Llévame con mi esposa – gritaba Pablo mientras avanzaba entre la gente.

Carmen no podía parar de reír mientras miraba alrededor. Equis caminaba al lado de Pablo; Nacho, Bea y Alex iban detrás. Avanzaron más de diez metros hasta acercarse al borde de la terraza.

    - Antes estábamos ahí, pero yo creo que se han movido. – dijo Carmen desde lo alto de los brazos de Pablo. – ¡Espera! ¡allí! Sabía que habían pillado sitio en el borde – añadió finalmente mientras señalaba dónde estaba su objetivo.

Clara estaba justo al final de la gran terraza con varias personas de las cuales Equis solo reconoció a Jorge, que era otro de sus amigos del grupo del instituto, un chaval muy simpático con el que había coincidido también un par de veces.

Cuando Clara les vio llegar, se levantó para recibirles. Era una chica muy alta, algo más que Equis, por lo que ella y Pablo hacían una pareja ideal a la vista. Además, era muy guapa, tenía el pelo muy negro y los ojos marrón oscuro. A Equis siempre le había parecido una chica muy atractiva, aunque jamás la vio con otros ojos que no fueran los de un amigo.

Además de ser una chica encantadora que se ganaba a todos los amigos de Pablo, le tenía un cariño especial a Equis por la gran amistad que tenían él y su novio; y Equis también la apreciaba. Cuando Clara vio a Equis, fue directa a darle un abrazo.

    - ¡Hola chicos! ¡Por fin estáis aquí! Me alegro montón de veros – dijo hablando a todos para ser más integradora. – este sitio es genial ¿verdad?

    - Déjate de genialidades – le interrumpió Pablo mientras ella saludaba a Nacho, Alex y Bea. – Antes de que empieces a darle al pico con mi crew, hay que ponerles algo de beber.

    - Aunque eres un capullo integral, tienes razón – contestó Clara a su novio riéndose. – Venid chicos, vais a alucinar con esto… – añadió mientras les indicaba con las manos que le siguieran.

Les llevó a unos pocos metros de distancia en la misma dirección que habían venido, pero siguiendo el muro del edificio de al lado. Allí había dos neveras horizontales tipo bar y, entre ambas, una mesa de metal que tenía varias botellas vacías de diferentes tipos de alcohol. Clara les empezó a explicar:

    - Vale chicos, rápidamente, esta nevera de la izquierda es congelador y tiene hielos y botellas de alcohol, espero que aún quede bastante. – abrió la nevera y continuó – ¡de sobra! De todas formas, ahora lo vemos que a lo mejor hay más abajo. – fue hacia la otra nevera – Esta de la derecha tiene las mezclas y también cerveza si queréis. ¡Ah! Y en esas bolsas debería haber vasos de plástico de “tubo” y de “mini”. – se giró completamente hacia ellos indicando que había terminado de enseñarles todo. Luego añadió – ¡Venga! Servíos que luego tengo que ponerme al día con todos.

    - ¿Y por qué Pablo tiene un vaso de cristal? – preguntó el Fiestas mientras los demás se acercaban a las neveras a servirse.

    - Porque el capullo lo ha cogido de donde no debe – contestó Clara mirando a Pablo, que se estaba ya sirviendo los hielos de su próximo Gin-Tonic mientras le devolvía una mirada pícara.

Después de aquello, la noche empezó a fluir para Equis como lo hace para todo el que bebe. Las dos primeras copas se las tomó bastante rápido, fumándose un par de cigarros y hablando con Nacho el Fiestas y Pablo de historias pasadas del trabajo, de cuando él aún estaba allí fijo, y de cómo habían cambiado las cosas desde entonces. Era bonito recordar aquellos tiempos junto a sus compañeros, pero Equis no envidiaba para nada la vida que se llevaba en un trabajo fijo en el cine.

Después de las dos primeras copas, llegaron las tres siguientes. Durante todo ese tiempo estuvo primero con Clara, quien le habló sobre las oposiciones que estaba preparando para ser maestra. Después estuvo un rato con Bea, Alex y el Fiestas. Éste último y él, le contaron a los más novatos historias de “los viejos tiempos”. Después, Bea les hizo unas fotos a todos los del cine y dijo que las subiría a Facebook y etiquetaría a cada uno.

Cuando Equis se acabó la sexta copa de la noche, ya era oficial que estaba borracho. Debían de ser alrededor de las 4:30 de la mañana. La terraza seguía al completo, pero se notaba que ya no había la misma cantidad de gente que un rato antes. Equis fue a servirse su séptima copa a las neveras.

Cuando llegó, había dos chicas que justo estaban acabando de servirse. Según se acercó, ambas miraron a Equis y después continuaron hablando. Se dirigió hacia la nevera que tenía los hielos y el alcohol. Cuando lo hizo, notó que una de las dos chicas se le había quedado mirando. Justo cuando estaba sacando los hielos para ponerlos en el vaso de tubo, ella le habló.

    - Oye, tú eres Equis, el de los poemas ¿no? – le dijo aquella chica pelirroja.

Equis se giró y vio a la que podría ser una de las chicas más guapas que había visto en su vida. Era delgada y de estatura media, y lucía un precioso pelo rojo que tenía toda la pinta de ser natural. Sus rasgos eran suaves y simétricos, y sus ojos eran de un color verde claro precioso. Todo aquello acompañado de una piel bronceada que indicaba que, o bien había tomado rayos uva o había estado tomando el sol en alguna playa no mucho tiempo atrás. Pero, para Equis, lo más llamativo de todo era la manera en que esa chica le estaba mirando. Era una de esas miradas que gritan descaradamente: te deseo. Cuando ella le dijo aquello de los poemas, Equis, que ya estaba bastante borracho y no se lo esperaba para nada, se quedó mirándola con cara de asombro.

    - ¡Sí! Soy yo, ¿nos conocemos? – contestó sonriendo – Joder, si no es así, ¡qué ilusión que alguien que no conozco me identifique por mis poemas!

    - Jajaja pues me gustan tus poemas, ¡pero claro que nos conocemos, tío! Nos presentó Clara una noche que coincidimos, hace ya bastante tiempo – respondió la chica del pelo de fuego. – además, estás en mi casa. – añadió al final con una sonrisa.

Equis estaba justo terminando de servirse la copa cuando ella dijo esa frase final. En ese momento se dio cuenta: aquella chica era Alba, la dueña del ático. Pero no recordaba que les hubieran presentado en ningún momento, se acordaría de haber conocido a una chica tan guapa. Sin embargo, lo que le salió decir fue el nombre de quien sabía que era la dueña de aquel sitio.

    - ¿Alba? – dijo Equis con todo dubitativo. – Joder, tía, soy un desastre.

Alba se echó a reír y levantó su copa para que Equis brindara con ella. Se notaba que estaba bastante borracha, pero eso le hacía estar sonrojada y mil veces más guapa. Seguía mirándole de aquella manera que tanto estaba impactando a Equis.

    - Bueno, me alegro de que al menos te acuerdes de que nos presentaron. – dijo ella cuando brindaron.

    - Si te soy sincero, no recuerdo bien que nos hayan presentado nunca. – dijo con una risilla que mostraba que le daba un poco de vergüenza no recordar aquello. – ¿Estás segura de que nos conocemos? Es que yo fijo que me acordaría si hubiera conocido a una chica como tú… – aquello último se le escapo, aunque no le importaba en absoluto, porque sabía a dónde llevaba.

    - ¡Ah! ¿Sí? ¿Y qué es una chica como yo? – dijo ella con cara pícara, sabiendo exactamente que Equis se refería a “una chica tan guapa como ella”. – bueno, si quieres eso me lo cuentas luego. Pero que sí, que nos conocimos hace año y medio o así, en una discoteca de Malasaña.

En ese momento Equis calló en la cuenta de a qué se refería Alba. Fue un día en el que había salido con Pablo y los del cine, y después se le añadieron Clara y algunos amigos. Sin embargo, hubo tres amigas de Clara que se fueron nada más llegar, porque iban a otro sitio. Se quedaron el tiempo justo para saludar y marcharse. A Equis le pareció una chica muy guapa en aquel entonces, pero para nada como aquella noche en la azotea. Además, cuando les presentaron, Equis estaba aún con Eme, y durante cada día de su relación, incluso en los tiempos difíciles, Equis no había tenido ojos para nadie más. Fuera como fuese, le había parecido curioso que ella dijera directamente que “se habían conocido”, cuando simplemente se habían dado dos besos.

    - ¡Joder! Ya me acuerdo, ya me acuerdo. Pero estuvisteis muy poco tiempo. Una pena que no os quedaseis desde luego – mintió, jamás hubiera hecho nada estando con Eme. Estaba borracho y le apetecía muchísimo ligar con aquella chica, porque además creía que tenía posibilidades. – Bueno y tú, vaya memoria tienes ¿no?

    - Bueno, es que también he leído tus poemas en internet y sabía quién eras ¡Me gustan mucho, de verdad! – contestó Alba mientras sacaba dos cigarrillos del paquete de su bolso y le pasaba uno a Equis mientras le seguía mirando como si fuera el único chico que le atrajera de la tierra. – Pues hoy es un día especial para mí, así que, si quieres escribirme algo corto a modo de regalo, no te diré que no me haría ilusión.

En ese momento Equis se dio cuenta de lo tonto que estaba siendo. Estaban en aquel ático porque era el cumpleaños de Alba y él ni siquiera le había felicitado. La reacción le salió sola, como a cualquier borracho.

    - ¡Tía, muchas felicidades! – dijo mientras le daba un abrazo. – Soy un puto desastre, yo aquí hablando contigo y ni siquiera te felicito.

    - Bueno, pues para compensarme me escribes algo ¿o qué? – insistió ella. – Hacemos una cosa, yo ahora tengo que volver porque están mis primas y no quiero dejarlas solas mucho tiempo que no conocen a nadie. Así que luego te busco y en ese tiempo tú piensas unos versos para compensarme por tu despiste.

    - A ver, son más de las cuatro de la mañana y estoy bastante borracho, pero… ¿escribir algo para una chica como tú? es pan comido para mí. – contestó Equis venido arriba. – Búscame después y seguro que tendré algo para ti…

Cuando se despidieron, Equis aún no sabía las frases exactas que usaría, pero ya tenía en la mente varias palabras que rimaría en aquel poema. Le llevó solo unos pocos minutos construirlo. Era conciso, pero hermoso.

20 - Al alba

Mirada karma
No hay quien la cese
Ojalá que me bese
Ojalá que el alma
Ojalá que al alba 

Diseño Capítulo 20 - Al alba

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