EL LIBRO DE EQUIS

PARTE 3: NIHILO

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CAPÍTULO 23 - SALTO DE FE

Equis se levantó a las cuatro de la tarde del día siguiente. Nada más abrir los ojos ya sabía lo que le esperaba. A parte de una resaca terrible, tenía que lidiar con la gran cagada que había cometido el día anterior. Se preparó un café y se fumó un cigarro mientras analizaba la situación y disfrutaba del “maravilloso” dolor de cabeza producido por las copas, los chupitos y los cigarrillos del día anterior.

Nada más despedirse de Alba, Equis había escuchado la voz y completado el poema. Lo que su intuición le decía respecto a Alba era muy claro: “No es ella, es solo tu afán de encontrarla”. En realidad, se podían sacar muchas conclusiones positivas de aquello, pero Equis estaba demasiado borracho para ver las cosas fríamente.

Que el poema se tornara en una derrota, le hizo sentir rabia. Lo que más le apetecía en ese momento, después de besar a Alba y además estando borracho, era haber ido a la casa de ella. Pero parecía que la vida urdía para que, como no era su “amor verdadero”, no fuera así. A Equis en ese momento el “amor verdadero” le importaba una mierda.

Aquello era como una maldición y se sentía cansado de resignarse siempre a lo que le tocaba – y ¿por qué a los imbéciles no les pasa esta “justicia vital”? – se preguntaba. – A nadie en este planeta le ocurre lo que a mí. Todos duermen con personas a las que no aman y nadie parece tener ningún problema. – Equis, desde la lucidez ebria que da el alcohol, supo en ese momento que los resultados que obtenía tenían que ver con cómo él se enfrentaba a esos asuntos.

Fue entonces cuando tomó una pésima decisión. Habían pasado unos pocos minutos desde que se había despedido de Alba y no se había alejado más de tres o cuatro calles andando. Sacó el teléfono de su bolsillo y buscó el número que ella le había dado. Con un poco de suerte, aún no se habría acostado.

La idea era ser directo y decidido. Llamó al número de Alba y se mentalizó para lo que iba a decir. Sin embargo, después de varios tonos, saltó el buzón de voz. Era una putada enorme para Equis, que tendría que irse a casa con la peor sensación de fracaso: la del no haber podido intentarlo. Además, no podía llamar varias veces porque entonces parecería un loco.

En ese momento, ebrio perdido, tomó la peor decisión de la noche. La voz de detrás de su oreja se lo decía: “guarda el móvil y vete a casa”; pero no hizo caso. Mandó un mensaje de texto.

    - Hola Alba, estoy aquí, a dos calles de tu casa. Sé que nos acabamos de despedir hace unos minutos, pero es que me he quedado con muchísimas ganas de decirte un montón de cosas. – introdujo Equis antes del desastre. – Cosas como que me pareces una chica súper atractiva y que me moría de ganas de que me invitaras a tu casa y hacer el amor contigo. Cosas como que todavía, si estas despierta, me apetece muchísimo. Pero bueno, no sé – añadió al final para despedirse. – que si te apetece llámame y si no, me lo he pasado muy bien igualmente y te deseo buenas noches :) Un beso

Equis dio a enviar y leyó de nuevo el mensaje varias veces imaginando cómo podría interpretarlo Alba. Estaba muy pedo para imaginar esas cosas con ninguna coherencia. Esperó fumándose un cigarro para ver si ella le escribía o le llamaba, pero no fue así. Después, emprendió el viaje a la parada del autobús que le llevaría de vuelta a casa. Estaba en un estado de embriaguez que casi ni se mantenía en pie. Se durmió en el autobús y se despertó dos paradas después de la más cercana a su casa. Cuando llegó al hogar, parecía que volvía después de un viaje de mil años.

Y ahora estaba allí, recién levantado, con una resaca de muerte, tomándose un café y fumándose un cigarro. Tenía muchos pensamientos sobre el día anterior. Por una parte, estaba el deseo inevitable que había sentido por Alba, acompañado del hecho de que al final se quedase con las ganas y acabara mandándole aquel mensaje del que tanto se arrepentía. Pero es que era un deseo muy potente, que de hecho aún seguía latente dentro de Equis.

Por otra parte, estaba la voz detrás de su oreja, su intuición, que por algún motivo le decía que no era una buena idea aquella historia con Alba. Había una guerra dentro de Equis entre esos dos sentimientos: el deseo y el saber que no te corresponde lo que deseas. Y Equis ya sabía quién solía ganar esos enfrentamientos.

Mientras apagaba el cigarro, vio que su teléfono tenía una luz parpadeando, indicando que alguien le había escrito. Cuando lo cogió, vio que tenía dos mensajes. Uno era de Pablo, preguntándole que cómo había ido la noche anterior, ya que lo último que sabía era que se había quedado con Alba. Equis decidió dejar esa respuesta para más tarde, ya que se imaginaba de quien era el otro mensaje y ese era el que le importaba.

Por supuesto, era de Alba. Se lo había escrito como a la una del mediodía.

    - ¡Equis! ¿Qué tal? Acabo de leerte jajaja Ya me había dormido cuando lo enviaste… De todas formas, creo que fue mejor así. Espero que tú volvieras bien a casa ¡Un beso!

Equis agradecía que, al menos aparentemente, se hubiera tomado con tanta naturalidad aquel mensaje que le había enviado ebrio. De todas formas, su respuesta le resultaba bastante cortante. No daba pie a hablar nada más y no parecía que quisiera empezar a tener más contacto con él a través de la aplicación, como suelen hacer las personas que se empiezan a gustar.

Según lo analizaba, Equis sentía aquella guerra dentro de sí. Por una parte, escuchaba pensamientos como “La vida te lo está dejando claro Equis, no le interesas, no hagas más el ridículo. Además, ella está siendo clara también…”; pero por otra, le venía una sola pregunta que rompía el juego: “¿Qué puedo perder?”. En realidad, tenía muy claro desde el principio hacia donde iba a ir todo aquello.

Eran demasiadas emociones, tantas que le colapsaban. Por una parte, la voz, su intuición y esa maldita frase: “solo tu afán de encontrarla”. Por otra, la tentación de estar rozando con la punta de los dedos vivir la experiencia de, aunque fuera unas semanas, visitar hasta el último rincón físico y no físico de aquella diosa pelirroja. El deseo siempre puede más, pero Equis sabía que no iba a conseguirlo siendo un simple observador de su propia historia. Si quería ser un héroe para sí mismo tenía que empezar a arriesgarse, como lo hacían ellos. Un salto de fe, eso necesitaba. Fe en sí mismo y en sus talentos. Es por eso que utilizaría su astucia verbal para conseguir un “sí” de aquella chica.

Equis respondió con un solo mensaje largo en el que mentía, además obviando lo que le decía su intuición, solo para volver a estar en la intimidad con aquella chica.

    - ¡Hola Alba! ¡Menuda resaca! Jajaja Sí, volví bien, gracias :) Tía, siento el mensaje, estaba muy pedo y quizás fue muy directo... Aunque es cierto casi todo lo que dije. Tenía muchas ganas de haber estado más contigo y me encantaría verte otro día. Creo que tú y yo conectamos bien – mintió – y que podríamos pasar algún rato guay tomando algo. Y eso, si te apetece dímelo. Un beso

Una vez lo envió, Equis se sentía poderoso, como un superhéroe en pleno vuelo. Estaba orgulloso de haberse arriesgado y haber tenido fe en sí mismo. Esa euforia le duró poco, ya que algunos minutos después recibiría la respuesta que le estallaría la cabeza y haría salir volando los pájaros que había tenido dentro durante aquellas dos semanas anteriores.

    - Pues, a ver… Me pareces un chico majísimo, pero en realidad yo creo que no tenemos mucho que ver. Me lo pasé genial contigo y me quedo con un bonito recuerdo, pero no creo que haya nada más entre nosotros que ser amigos y vernos de vez en cuando. Lo siento :(

La cara de gilipollas de Equis, con toda su resaca y toda su imbecilidad, era para hacerle una foto y enmarcarla.

23 - Salto de fe

Si ya no sabes qué creer
Es mejor que te retires
Que ya las ninfas no te ven
Como tú quieres que te miren
Y es normal que te arruines
Si apuestas todo a perder
Si justo al llegar te despides
Así que decide
Porque si no puedes tenerte en pie
Quizás es mejor que declines…
¡Pues yo no lo consentiré!
Porque creí en lo ideal
Y en el amor, tal vez
Ignorando cualquier señal
Que me gritara lo que ya sé
Que si hay amor de verdad
Da exactamente igual
Ahora lo sé
Así que aviso a mi estupidez
Y a mis locas ganas de amar
Que sí, que el salto es de fe
Pero la hostia es del todo real 


Diseño Capítulo 23 - Salto de fe

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