EL LIBRO DE EQUIS

PARTE 4: BELLUM

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CAPÍTULO 27 - MIL CANICAS

Equis se acababa de despertar. Era la una y cuarto del mediodía y debía levantarse ya de la cama si quería llegar con algo de margen al trabajo.

Estaba bastante cansado y le dolía un poco la cabeza, sobre todo por no haber dormido hasta llegar a casa a las diez de la mañana. Tenía una mezcla entre resaca leve y somnolencia. La noche anterior había sido una auténtica locura.

Todo había comenzado cuando quedó con Mariposa. Después de pasar un buen rato chateando con ella, le invitó a quedar. Equis se duchó, cogió un taxi y se dirigió a la plaza de Sol, que era donde habían quedado. Llegó antes que ella, por lo que esperó fumándose un cigarro. Mientras lo hacía, pensaba en lo emocionante que le parecía aquello. No conocía ni el rostro ni el nombre real de aquella extraña a la que acababa de conocer por una app, pero allí estaba, esperando para verla en persona.

Pasaron unos minutos en los que escudriñaba a cada viandante para ver si podría ser su cita. En un momento dado, Equis vio llegar a una chica morena. Iba directa hacia él, así que podía ser ella. Cuando estuvo a la suficiente distancia, sus miradas se cruzaron y entonces fue indiscutible. Era algo mágico que ocurría cuando quedaba con gente que no conocía, pero con la que al menos uno de ellos había visto una foto del otro. Era como que la mirada dijese: “Sí, soy yo”.

Nada más tenerla lo suficientemente cerca como para poder asimilarla, Equis flipó con lo tremendamente guapa que le parecía. Se la había jugado mucho asistiendo a una cita sin siquiera ver la cara de la persona a la que iba a conocer. Pero había merecido la pena solo por verla; era para Equis un auténtico pibón.

Mariposa tenía el pelo negro muy oscuro y era más bien alta, pero algo más baja que él. Tenía la piel morena y en la nariz lucía pecas marrones. Sus ojos eran negros, muy oscuros. Su cara era simétrica y su sonrisa, un poco avergonzada por la situación, preciosa.

Iba vestida con una chaqueta vaquera oscura que le quedaba bastante grande y a Equis le parecía que le daba un “rollo” absolutamente genial. Llevaba unos pantalones pitillos negros y unas botas bajas negras también. Como toque final, llevaba un pañuelo rosa en la cabeza. No lo llevaba tipo “pirata”, sino que se lo podía doblado, como una bandana. A Equis le encantaba la estética de aquella chica.

Cuando se dieron dos besos, escuchó su voz por primera vez y le enamoró. Era una voz preciosa que podría estar sonando en cualquier programa de radio. Te llevaba. En ese momento le confesó su verdadero nombre.

    - ¡Que locura! ¿verdad? – dijo justo después de saludarse – por cierto, me llamo Silvia. Ya que nos hemos conocido en persona te lo tenía que decir – añadió después y sonrió mostrando sus dientes blancos y perfectos.

Después, decidieron ir a tomar algo a un sitio cercano que Equis conocía. Estuvieron allí tomando copas y charlando hasta que cerraron el local a las 03:30 de la mañana. Primero hablaron de la app y de cómo era curioso que ellos hubieran conectado tan rápido por allí. De ahí pasaron a una conversación muy interesante sobre la manera que tiene la gente sobre relacionarse y finalmente empezaron a hablar cada uno de sí mismo.

Durante todo ese rato, Equis pudo saber de Silvia que era una chica con mucho mundo en su interior por descubrir. Supo que le encantaba viajar y conocer gente de culturas diferentes. Ella no dejaba de mencionar un viaje que había hecho con su mejor amigo a la India. – Allí la gente vive de otra manera. Se siente de otra manera. – le había dicho en algún momento.

También empezó a darse cuenta de que aquella chica le gustaba mucho. Cada vez que empezaba a hablar y él le prestaba atención, no podía evitar pensar en lo guapísima que le parecía al expresarse.

Cuando salieron del garito, todo iba de maravilla y parecía que habían conectado genial. Equis le preguntó sobre qué le apetecía hacer a continuación. Ella dijo que era bastante tarde y que quería marcharse a casa.

Equis no quería asustarla invitándola a su apartamento, que además estaba lejos de allí, así que se dispuso a despedirse. Sin embargo, fue ella quien, con la excusa de estar preocupada porque Equis tuviera que volver a esas horas hasta su barrio – que no estaba precisamente cerca – le invitó a dormir en su casa. Le dijo que ella vivía en el barrio de Lavapiés, a menos de diez minutos andado de allí, que podía pasar la noche allí si quería.

A Equis le encantó la manera en la que se desarrolló todo lo que pasó después. Mientras iban a casa de Silvia, hablaron sobre lo que cada uno buscaba en las relaciones, tema que también habían tratado por encima en el chat. Ella decía que quería conocer gente, pero que no buscaba precisamente una relación “como tal”. Equis estaba encantado con aquello, ya que él tampoco estaba buscando mucho compromiso en aquel momento. Simplemente quería vivir el “ahora” y parecía que aquella chica quería exactamente lo mismo.

Cuando llegaron a casa de Silvia, se tomaron unas cervezas en el sofá de su salón mientras ella le enseñaba algunas de sus fotos favoritas. Allí fue cuando Equis le enseñó el poema que había escrito. Lo había hecho mientras chateaban en la aplicación. Durante el trayecto en taxi lo había repasado y escrito en un papel.

A ella le encantó y le dijo que quería hacerle también un regalo. Fue a su habitación y volvió con una canica pequeña en la mano. Le contó que se la había regalado un amigo músico que tenía. Este chico había imitado algo que hacían en algún país de oriente, le había regalado tres canicas y le había dicho que eran solo para “gente especial”. Ella se había quedado con una y tenía que regalar las otras dos.

A Equis le pareció un regalo increíble. Más que por la historia, por el hecho de que ella decidiera regalarle una de las dos canicas que tenía. Cuando se lo agradeció, le dio un abrazo y, después de eso, se besaron. Se estuvieron enrollando un buen rato y después volvieron a seguir hablando.

Eran más de las siete de la mañana cuando se fueron al dormitorio. Ella solo tenía una cama, así que le dijo a Equis que tenían que dormir los dos juntos. – pero eso no significa que vaya a pasar nada ¿eh? – le dijo ella con una sonrisa mientras se quitaba los pantalones y se quedaba solo con las bragas puestas y una camiseta.

Aquella madrugada se acostaron. El sexo no estuvo mal, aunque Equis no se entendía muy bien con aquella chica en la cama. Consideraba que era algo “bruta” y parecía como si tuviera prisa por terminar rápido.

Al finalizar e irse los dos a dormir, Silvia comenzó a encontrarse mal. Decía que se sentía mareada y le estaba empezando a doler la cabeza. Equis intentó cuidarla lo mejor que pudo. En ese rato, ella le contó que no era algo casual y que, desde hacía varios meses, había comenzado a sentirse cada vez más cansada. Sufría muchas jaquecas y nunca había padecido de aquello hasta entonces.

A las nueve de la mañana, cuando ella se durmió, Equis decidió marcharse. Había vivido una noche muy intensa y le apetecía dormir en su propia cama para asimilarlo todo. Silvia sabía que él trabajaba al día siguiente, así que no le importaría que se fuera. El viaje de vuelta fue largo y duro, pero finalmente llegó a casa y se durmió.

Y allí estaba, tres horas más tarde, recién levantado y ya con el tiempo justo para ducharse e ir al trabajo. Antes de ponerse en marcha, decidió fumarse un cigarro y escribir a Silvia para preguntarle qué tal se había levantado. Aunque la acababa de conocer, el día anterior ella se había encontrado mal y él la había cuidado, así que tampoco veía extraño o precipitado escribirle para preguntarle qué tal estaba. Lo hizo y después terminó el cigarrillo.

Los domingos era un día de muchísima actividad en el cine y la jornada fue dura, pero Equis estaba encantado de poder ganar ese dinero. Hacia las cuatro de la tarde, en un momento que tuvo de descanso, vio que Silvia le había contestado a su mensaje.

    - ¡Hola guapo! Pues la verdad es que me he levantado peor :( De hecho, estoy yendo a urgencias con una amiga. No me podía levantar de la cama porque me mareaba… Mi amiga es enfermera, le he preguntado y me ha dicho que fuéramos.

Cuando Equis lo leyó, le dio mucha pena que Silvia se sintiera así. Por lo que le había contado el día anterior, llevaba varios meses con aquellos síntomas y debía ser una putada para ella. Equis se propuso intentar alegrarle la tarde. Durante aquellas horas en el trabajo, cada vez que tenía unos segundos, iba construyendo un poema para ella. Quería que fuera algo que la empoderase para superar aquello por lo que estaba pasando. Quería mostrarle que ella era especial y que podía con todo.

Al cabo de un rato lo tuvo completo. Decidió mandárselo con un mensaje previo.

    - Siento mucho que te encuentres mal Silvia :( Me encantaría poder alegrarte, así que voy a intentarlo haciéndote un regalo. Antes, quiero decirte que para mí fue muy bonito que me regalases esa canica y que creo que eres una persona muy, muy especial. Y que tú puedes con todo lo que te venga ¡Estoy seguro! Espero que lo sepas ¡Ahí va mi regalo!

27 - Mil canicas

Justo lo que necesitas
Justo en el mejor momento
Eso es justo lo que siento
Cuando pienso en esa chica
Es el ángulo perfecto
Para lo que se complica
Y después de mil intentos
Ella te lo simplifica
Y ni te cobra ni critica
Solo cura con afecto
Por eso me pone contento
Que yo sea quién le explica
Que ella tiene mil canicas
Pero las lleva todas dentro

Diseño Capítulo 27 - Mil canicas

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