EL LIBRO DE EQUIS

PARTE 4: BELLUM

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CAPÍTULO 28 - SUS PECAS

Equis acababa de llegar al portal de Silvia en Lavapiés. Habían pasado dos semanas desde su primera cita. Desde entonces, Equis no la había visto, pero habían estado chateando todos los días. Ella había estado muy liada: la semana siguiente a su quedada se había ido de vacaciones a Italia con su mejor amigo. Durante la posterior, tenía muchísimo trabajo, pero el domingo por fin pudo quedar con Equis.

Por lo visto, aquel viaje había sido reparador para Silvia. Eso le había dicho por WhatsApp varias veces. Estaba muy feliz ya que, durante esa semana, no se había sentido cansada en ningún momento ni había tenido mareos ni dolores de cabeza. Equis se alegraba mucho por ella.

Sin embargo, al volver y tener que enfrentarse a una semana intensa de trabajo, le habían vuelto aquellos molestos síntomas. Ella le había dicho en un mensaje que creía que padecía Síndrome de fatiga crónica. Por lo visto, había estado leyendo sobre el tema en internet y estaba segura de que era aquello.

Equis intentó apoyarla desde la distancia, aunque tampoco podía hacer mucho. Cuando Silvia regresó del viaje y volvieron los síntomas, Equis estaba deseando poder quedar con ella, no solo porque le apetecía muchísimo volver a verla, sino porque quería cuidarla e intentar aportar su granito de arena para que mejorase.

La cita era en casa de Silvia, ya que ella temía empezar a encontrarse mal mientras estuvieran por ahí. Equis se ofreció a prepararle una cena que le levantase el ánimo. Era un poco complicado ya que ella era vegana y no comía ningún producto animal, pero estaba seguro de que podía hacer algo que le gustase.

Aquella noche fue increíble. Equis sintió que realmente había conectado con Silvia. Ella le estuvo hablando sobre su enfermedad y Equis sobre la depresión que había vivido meses atrás, en Tristitia. Compartieron sus planes de futuro en cuanto a sus sueños creativos.

Además, hablaron sobre sus relaciones pasadas y cómo habían sido. Silvia era bastante más “cerrada” con ese tema que respecto a otros, pero Equis se daba cuenta rápido de cuando ella no estaba cómoda y cambiaba el rumbo de la conversación.

Silvia le contó que había tenido un novio durante tres años. Era un tipo muy posesivo y la relación fue muy tóxica. Después de aquello estuvo un par de años casi sin conocer a nadie, hasta que llegó Adrián que, aunque ella no lo dijera literalmente así, había sido el gran amor de su vida.

Se conocieron y se enamoraron, pero aquella relación duró solo unos meses porque él era una persona muy liberal que vivía al día y siempre estaba de viajes por el mundo. Se iba con lo puesto, como quién dice, y se pasaba semanas en el destino, viviendo de una manera muy humilde y gastando lo mínimo. Pagaba sus gastos tocando la guitarra en las calles o vendiendo pulseras y ornamentos artesanales que hacía.

El inicio de la relación fue para Silvia como vivir un sueño. A ella lo que más le gustaba en el mundo, después de la fotografía, era viajar. Pero tenía una vida en Madrid y vivir como lo hacía Adrián, sin un trabajo fijo ni ningún tipo de seguridad, era demasiado para ella. Al final lo acabaron dejando, pero seguían manteniendo el contacto. Al escucharla hablar de todo aquello, a Equis le daba la sensación de que Silvia en el fondo se arrepentía de no haberse atrevido a vivir como Adrián.

Después, Equis le habló de las personas con las que había estado últimamente. Le habló primeramente de Eme, mencionó a Alba y a las dos chicas que había conocido en la app. Le contó toda su historia igual que Silvia le había contado la suya. De la misma manera que él no tenía ningún problema en escuchar sus romances, ella no pareció tener problema en escuchar los suyos.

Todo eso les llevó a retomar la conversación de qué buscaba cada uno. Ella le dijo que no buscaba tener novio como tal, pero que, si aparecía alguien especial, como era el caso de Equis, no dudaría en mantener una relación. Le contó que, últimamente, le estaba pareciendo interesante la idea del “amor libre”.

Equis fue claro respecto a aquello: a él no le interesaban las relaciones abiertas. Pero estaba en un momento en el simplemente quería trabajar en sus poemas y disfrutar de la vida y con Silvia disfrutaba muchísimo. La conversación se quedó ahí.

La noche siguió transcurriendo, perfecta. Silvia no pareció encontrarse mal en ningún momento. Le estuvo contando el por qué acerca de su nombre en la app de citas “Mariposa”. Al parecer era una criatura que, desde pequeña, le había fascinado. Incluso tenía una muy pequeña tatuada en la muñeca.

También le confesó que tenía una especie de “manía”. Siempre se vestía con algo rosa. Equis se dio cuenta en ese momento en que era cierto: la mariposa rosa de la foto de la app, la bandana de la primera cita, la camiseta que llevaba en ese momento…

Finalmente, se fueron a la cama e hicieron el amor. Fue algo mejor que la primera vez, aunque le seguía dando la sensación de que aquella chica tenía siempre prisa por terminar. Fuera como fuese, sabía que solo era cuestión de tiempo que se entendieran y que cada vez sería mejor.

Esa noche sí que se quedó a dormir en casa de Silvia. Después del sexo, estuvieron hablando, tumbados en la cama, hasta que amaneció. Al final, ya estaban los dos tan cansados que parecía que estuvieran un poco borrachos. Se reían de todo y estaban constantemente haciendo bromas.

Silvia era una chica guapísima de por sí. Era morena y su cara era agraciada y simétrica. Además, en ese momento, después de haber hecho el amor, estaba más guapa que nunca.

Fue entonces cuando Equis le confesó lo tremendamente guapa que le parecía. Le encantaban sus pecas, que en realidad eran más bien manchitas marrones que nacían desde la nariz hacia las mejillas. Ella se sonrojó.

    - Es que, de verdad, que me da mucha curiosidad Silvia. Los pibones, ¿sabéis que sois pibones? ¿o hacéis como que no sabéis que lo sois? – dijo Equis mientras le pinchaba con el dedo en las costillas.

    - ¡Calla! Yo no soy ningún pibón. Además, no me gusta nada esa palabra – contestó ella riéndose de las cosquillas que le hacía.

    - ¡Aha! O sea que fingís como que no sabéis que sois pibones.

    - ¡Cállate capullo! – dijo Silvia riéndose de la vergüenza y abrazándole.

    - ¡Ah! Pues en ese caso tienes que devolverme el poema que te escribí, ya que ese lo hice para un pibón llamado Mariposa, pero que debió perderse en alguna parte de Italia. – dijo él mientras le daba besos por el cuello.

    - ¡Eh! ¿Pero qué dices? Esos poemas son míos. ¿Qué pasa? ¿Qué no sabes que lo que se da no se quita? – respondió ella con un tono de broma pero que parecía esconder que decía algo importante.

    - ¡Ah! ¿sí? Pues, espera un momento – contestó Equis mientras se ponía cara a cara con ella, guiñaba un ojo y hacía con las manos un gesto imitaba que tomaba una foto. Después añadió – ¡Click! Ya está. Lo que se da no se quita.

28 - Sus pecas

Lo que se da no se quita
Esa ley está muy clara
Y me encanta lo que implica
Desde que me la enseñaras
Que las rimas que hay escritas
Son de quien las inspirara
Y que en versos tú eres rica
No son míos, para nada
Aunque yo los engendrara
Lo que se da no se quita…
Porque mis cosas favoritas
Siempre fueron regaladas
Por eso sé que todo indica
Que al final soy yo quien gana
Porque pude ver cerquita
Las millones de pequitas
Que reposan en su cara
Y aunque lucen infinitas
Ni de lejos se comparan
Con las luces tan bonitas
Que hay detrás de su mirada 

Diseño Capítulo 28 - Sus pecas

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