EL LIBRO DE EQUIS

PARTE 3: NIHILO

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CAPÍTULO 19 - UNA LUZ QUE ME SORPRENDA

Equis ya estaba llegando al bar donde había quedado con Pablo y el resto de la gente del cine. Durante el trayecto andando había ido con los cascos puestos, pero sin reproducir nada.

Siempre le había gustado caminar así por las calles de Madrid. Si en una ciudad tan grande y ajetreada como esa ya eres prácticamente invisible, cuando vas caminando con los auriculares puestos es como si no existieras. Cualquiera que te ve piensa que estás sumergido en la música. Además, te vas moviendo por lo que nunca estás en el mismo sitio y nadie se fija en ti más de dos segundos.

De esta manera caminaba Equis pensando en Eme, la estúpida pareja del bus y en como eso le había puesto muy mal cuerpo. Aunque ya no era lo que había sido al principio, eso desde luego. Cuando vivió Tristitia había sido durísimo, pero después, cuando Eme le había rechazado definitivamente, fue mucho peor. Tras aquello ya no había mundo de la poesía al que escapar. Fue un mes en que Equis apenas salía de su pequeño apartamento para hacer la compra y poco más. 

Pablo le había ayudado mucho durante todo aquel proceso. No directamente, ya que Equis nunca profundizaba mucho cuando contaba sus problemas personales, pero solo saber que Pablo estaba ahí ya era un gran apoyo para él. Por eso había aceptado ir de fiesta aquel día, porque se lo había propuesto Pablo. Si no, hubiera seguido en su línea de dejadez y desaparición durante algún tiempo más. 

Un par de calles antes de llegar al bar, Equis se encendió un cigarro. Antes de entrar y encontrarse con la gente, quería concluir con sus pensamientos acerca de Eme. 

   - Vale, todo esto de la pareja del cine y del autobús ha sido solo un mal rato que me ha hecho recordar el tema de Eme. Pero ya pensé largo y tendido sobre eso en su momento: mi relación con Eme se ha terminado y, como no éramos amigos antes de salir, no lo somos después. Es normal. Y yo siento esta desgana constante y esa rabia cuando pienso en ella… pero es algo que se irá con el tiempo. Tiene que hacerlo… 

Equis acababa de llegar a la puerta del garito. Le quedaban cuatro o cinco caladas del cigarro. Se quitó los grandes auriculares, los plegó y los guardó en un bolsillo de su chaqueta. Mientras acababa el cigarro, tuvo los últimos pensamientos antes de entrar – Realmente, no me apetece una mierda esto. Estar con gente fingiendo que estoy bien y que soy feliz. Debí quedarme en casa… Pero estoy aquí, así que habrá que pasar por ello. Además, a lo mejor la noche me trae algo bueno ¡Joder! ojalá que me depare algo bueno… 

Dentro del bar, lo primero que hizo fue un barrido con la mirada buscando a Pablo, que como medía casi dos metros y era pelirrojo era inconfundible y muy fácil de localizar. No dio con él, pero sí con Nacho, uno de los compañeros del cine.  

En el cine, a Nacho le llamaban el Fiestas. Siempre andaba organizando planes locos e intentando convencer a los demás trabajadores para que se apuntaran. Aquellas aventuras solo podían acabar en desastre total o en una historia épica. Equis había aguantado hasta las tantas de la mañana bastantes veces con él y Pablo, antes de marcharse del trabajo algo menos de dos años antes. 

Nacho era un tío simpático que se llevaba bien con todo el mundo. Además, era un tipo que destacaba por ser bastante elegante. Cuando no estaba en el cine, siempre iba vestido con polos o camisas lo que, acompañado de su peinado hacia un lado, le daba un aspecto un tanto “pijo”. Equis no hubiera sabido decir si Nacho era pijo o no, pero desde luego sí que era una persona bastante presumida a la que le gustaba ir siempre bien arreglado. 

Al lado de Nacho estaban Bea y Alex, que también trabajaban en el cine, pero en otra sección distinta. Había dos tipos de trabajadores: por una parte, estaban los “salas”, como Equis, Pablo y Nacho, que eran los encargados de limpiar las salas entre sesiones y cortar los tickets a la entrada. Luego estaban los “barras”, que eran los que estaban en la barra vendiendo palomitas, refrescos y demás productos. Bea y Alex trabajaban haciendo esto último. Ella era una chica regordeta, con una sonrisa enorme y los ojos achinados todo el rato. Alex era un chico flaco de pelo negro bastante rizado. 

Equis conocía a Nacho de hacía algunos años, pero a los otros dos los conocía tan solo de verles por el cine los días que había trabajado durante las dos semanas anteriores. No parecía que Pablo estuviera por allí. 

Se acercó al pequeño grupo que estaba de pie al lado de la larga barra del bar. Primero saludó a Nacho, que pareció alegrarse mucho de tener una nueva posible presa a la que liar hasta las tantas de la mañana. Luego se presentó a Bea y Alex. Se notaba que sus compañeros llevaban un buen rato bebiendo, ya que a los tres se les veía risueños por las cervezas que se habían tomado. Equis quería ponerse al nivel de embriaguez de los demás después del mal rato que había pasado para llegar hasta allí; merecía la pena perderse un poco en la noche y el alcohol. 

   - Bueno compays, antes de nada, me voy a pedir un tercio que me lleváis demasiada ventaja – dijo Equis acercándose a la barra. 

   - ¡Eh! ¡eh! ¡eh! ¡Alto ahí! – dijo Nacho con voz indignada teatralizada. – Son más de la una y media ¿qué significa eso? Conoces las reglas, Equis. 

   - ¿Qué reglas? – preguntó Bea riéndose por la actuación de Nacho. 

   - Según este paquete, a partir de la una y media está prohibido beber alcohol de baja graduación – contestó Equis riéndose también. 

   - Yo no digo que esté prohibido – les explicó el Fiestas – lo que digo es que hay una ley natural que dice que, a partir de la una y media, si quieres follar y vivir una noche memorable, tienes que beber copas, si no, te cae la maldición. 

Mientras Nacho hablaba, tanto Bea como Alex, se reían. Equis también, pero menos, ya que había escuchado aquellos divertidos argumentos muchas veces y de muchas maneras distintas. 

   - ¡Qué cojones! Mamemos a la maldición – dijo Equis mostrando el puño a Nacho para que lo chocara con el suyo. 

   - ¡Vámonos cabronazo! ¡Así me gusta! – contestó el Fiestas respondiendo al choque de puños. 

Equis se giró hacia la barra pensando en que Nacho le parecía un tipo muy simpático, ese tipo de personas que, a pesar de no ser muy profundas, te alegran el día con sus “tonterías”. Se pidió un Ron con naranja, que era lo que solía pedirse cuando bebía algo que no fuera cerveza. Mientras pagaba la copa y dejaba la chaqueta en una de las perchas que había debajo de la barra, se puso a hablar con Nacho.

   - Bueno, don Fiestas ¿cuál es el futuro de la noche? – dijo Equis mientras cogía la copa que le acababa de dejar en la barra el camarero – por cierto, ¿dónde está el Titán? 

   - Pablo se ha ido a buscar el futuro de la noche – dijo riéndose. – No, a ver, que se ha ido a buscar a Clara, que estaba con unas amigas suyas y ahora vendrán. Y luego os voy a llevar a un garito en Tribunal con copas a siete euros hasta las ocho de la mañana ¿qué te parece? 

   - La última vez que dijiste eso acabamos a las 8 de la mañana literalmente en la plaza de Tribunal y compramos unas cervezas en un chino que había al lado – contestó Equis riéndose mientras recordaba aquella anécdota. 

   - Pero no mentí del todo ¿verdad? – contestó Nacho con una sonrisa pícara. 

De repente, la conversación fue interrumpida porque a Nacho le empezó a vibrar el móvil en el bolsillo. Le estaba llamando Pablo. Lo cogió, pero con el ruido del bar no podía oírle, así que Nacho salió para hablar con él. Equis se giró hacía Luís y Bea, los otros compañeros del cine a los que conocía solo de vista. 

   - Oye y tú currabas en el cine hace años ¿no? ¡Además de encargado nos ha contado Fiestas! – le dijo Bea cuando vio que se giró hacia ellos. 

Bea era bajita y regordeta, y parecía un encanto de chica. Tenía una expresión muy sonriente y una mirada inocente que transmitía bondad. 

   - Pues la verdad es que hace unos cuantos años ya, sí – dijo Equis mientras se reía y se rascaba la cabeza pensando en cuantos años habían estado trabajando en el cine. – Estuve como unos cinco años y luego lo dejé. Quiero dedicarme a escribir y el puesto que tenía no me permitía tener tiempo para dedicarme a ello. Y cuando estás mucho tiempo así, al final te amargas ¿sabéis? – terminó mirando a ambos. 

   - ¡Anda! ¿enserio? ¿y qué escribes? – preguntó ella mostrando mucho interés en aquello que había dicho Equis. 

Mientras Equis y Bea intercambiaban esas palabras, Alex estaba callado, mirándole. Equis no sabía si era sólo con él, o aquel chaval miraba así a todo el mundo, pero le incomodaba profundamente su mirada. La había sentido cada segundo de aquella corta conversación con Bea. 

Alex era un chico muy delgado y con el pelo bastante rizado, pero lo más llamativo eran sus ojos, de un verde muy claro y penetrante mirada que tan poco gustaba a Equis. Era como si pudiera escudriñar su lado interior más oscuro y podrido con aquellos ojos verdes que, además, iban acompañados de una media sonrisa de lado que parecía certificar que aquel chaval delgaducho realmente podía ver dentro de Equis, y le hacía gracia y se burlaba; como si supiera que Equis, por dentro, no estaba tan bien como quería mostrar por fuera. 

Definitivamente, no le gustaba nada ese chico, le hacía recordar la oscuridad de la que venía y que todavía había dentro de sí mismo. Desde aquel momento, Equis supo que intentaría evitar a Alex en la medida de lo posible, tanto aquella noche como siempre. 

Se creó un breve silencio mientras Equis procesaba las emociones que le producía aquel chaval y a la vez pensaba en una respuesta para Bea, que se había interesado por saber qué tipo de cosas escribía. Sin embargo, justo cuando iba a empezar a hablar, les interrumpió Nacho, que había terminado de hablar con Pablo fuera del bar. Se puso delante de ellos y les habló en alto, como si estuviera movilizando a un grupo de veinte personas cuando solo eran tres. 

   - A ver, chavales, acabaos las copas rápido que dice Pablo que nos vayamos a un fiestón en el ático de una amiga de su novia que, por lo visto, es su cumpleaños y se llama Alba… 

19 – Una luz que me sorprenda

Tomar las riendas
Ser feliz, siempre sonreír
Eso debe ser y si no oblígate
Sonríe, aunque pierdas
Eso te incitan a pensar
Y si no, siéntete mal
Pues a tomar por culo todo
No siento felicidad
Y nadie me hará cambiar
Nada me hará olvidar
Pero veré como ganar
Si después de tanta mierda
Puede que me toque ya
Un lema que me de fuerza
O eso o una cuerda
Con la que poderme ahorcar
Y así, quizás
Al final pueda encontrar
Un atisbo de verdad
Entre toda esta leyenda
O al menos algo que comprenda
Y entre tanta oscuridad
O una sombra que abrazar
O una luz que me sorprenda 

Diseño Capítulo 19 - Una luz que me sorprenda

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