EL LIBRO DE EQUIS

PARTE 4: BELLUM

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CAPÍTULO 29 - EL CIELO SE PUSO ROSA

Equis abrió la puerta y echó el primer vistazo a la casa. Todo el apartamento era una gran estancia tipo loft, con un ventanal enorme al fondo con vistas a la sierra. En primera instancia, a mano izquierda, había una cocina pequeña, pero muy moderna y cuidada. A mano derecha, había una puerta que debía llevar al enorme baño que era el gran reclamo de la suite, después de las tremendas vistas. Al fondo, con vistas al ventanal, estaba la cama.

Dejó la mochila y las bolsas que llevaba al lado de la puerta y la sujetó para que pasase Silvia, que también iba muy cargada. Los dos estaban eufóricos de estar allí. Llevaban un mes planeando aquella escapada y por fin había llegado el momento.

Aunque Equis y Silvia llevaban dos meses quedando, tampoco se habían visto muchísimas veces, ya que se veían como mucho una vez a la semana, aunque todas sus quedadas habían sido para pasar el día y la noche entera juntos.

Aquella escapada era algo que les apetecía a los dos desde poco después de conocerse. Equis sabía que a Silvia le gustaba muchísimo viajar y que, además, le venía bien para lidiar con los problemas de salud que arrastraba. Por eso, cuando al mes de empezar a quedar ella tuvo una recaída, él le propuso que organizaran algo. De esa manera, Silvia tendría un viaje pendiente que podría venirle bien para cuando tuviera que pasar por malos momentos.

Llegaron al apartamento un viernes a las ocho de la tarde. Se habían tomado aquel primer día como “toma de contacto”, por lo que su plan era cenar allí y, después, relajarse tomando unas copas de vino en el enorme jacuzzi que tenía el cuarto de baño. Mientras Silvia llenaba la gran bañera de hidromasaje y ponía algunas velas en el baño para ambientar la escena, él preparaba la cena.

Para Equis, cada momento de ese fin de semana había sido perfecto. La primera noche en el jacuzzi bebiendo vino con la chica más guapa del mundo desnuda, fue una experiencia que jamás olvidaría. Hicieron el amor allí, sobre la cocina y, después, en la cama. Ambos durmieron a gusto y abrazados.

El plan de la mañana del sábado era levantarse más o menos temprano para preparar el día de excursión que habían pensado. La idea era irse a unas cascadas naturales recónditas a las que se accedía a través de una ruta de senderismo. Sin embargo, al levantarse, los dos estaban muy cansados de trasnochar el día anterior, por lo que decidieron anular su plan inicial e ir a dar un paseo y comer por el pueblo en el que estaban. A Equis no le hacía falta nada más que estar con Silvia para ser feliz y casi que prefería ese plan improvisado que la caminata que habían pensado.

Aquel pueblo era bonito y tranquilo. Disfrutaron de un agradable paseo por sus calles y comieron en una taberna que les encantó. Los dueños eran una pareja, más bien mayores, que por lo visto llevaban con aquel negocio toda la vida. Además, tenían platos que eran aptos para Silvia, que era vegana, los cuales además estaban deliciosos.

Después de comer se tomaron una cerveza cada uno. Mientras Equis la acompañaba con un cigarro, Silvia estaba revisando las fotos que había hecho hasta el momento con su cámara. Entonces, Equis le contó algo que llevaba rondando su cabeza casi desde que se habían conocido.

    - Bueno y ¿qué? ¿has avanzado algo con tu poemario de obras de arte? – preguntó Silvia mirando a la pantalla de la cámara de fotos.

    - Pues tía, nada desde lo último que te conté. Tengo cuatro o cinco poemas que me parecen que están guay, pero no llegan a alucinarme ¿sabes?

    - Bueno, pero algo es algo – contestó ella – tú sigue y seguro que te salen cosas chulas.

    - Además… desde hace algún tiempo le estoy dando vueltas a una idea que podría ser mucho mejor.

    - ¡Anda! ¿Sí? ¿Y me la vas a contar o qué? – dijo ella mientras le enfocaba con su cámara desde enfrente de la mesa del restaurante.

    - Pues que, en vez de hacer un poemario basado en obras de arte clásicas, estoy pensado que por qué no hacerlo con obras de arte actuales... – dijo mientras ella tocaba los controles de la cámara para tirarle una foto a Equis – Obras de arte que haga alguien con talento. Podrían ser fotos… Fotos que hagas tú, concretamente…

Silvia apretó el disparador y, justo después, levantó la mirada por encima de la cámara con cara de asombro ilusionado.

    - ¿En serio? ¡Me parece una idea increíble! Tengo muchísimas fotos con las que podríamos trabajar. – dijo Silvia ilusionada dejando su cámara de fotos a un lado.

    - ¡Me alegro de que te guste la idea! Yo había pensado que molaría que todo fuese original, que las fotos sean nuevas y los poemas también. – contestó Equis, que había estado pensado mucho en aquello – Me gustaría que fuera algo conjunto: que los dos elijamos la temática y el rollo que va a tener todo.

    - ¡Me encanta! Y sí, creo que tienes razón, mejor que todo sea nuevo y original. – dijo Silvia sonriendo y asintiendo. – Estoy pensando que, ya que hemos concebido la idea aquí, molaría que la temática de nuestro primer trabajo fuera algo relacionado con la naturaleza o el mundo rural o algo así ¿no crees?

    - Me puto flipa que digas “nuestro primer trabajo”. Adoro todas las palabras de esa frase. – dijo Equis con una sonrisa de ilusión incontenible – y, tía, lo de la temática podría estar guapísimo. Tenemos que decidirla bien.

    - Sí, ¿verdad? Podríamos incluso aprovechar este viaje para empezar a ver cosas. Quizás me sale alguna foto bonita o a ti unos versos interesantes.

    - ¡Me parece la hostia! De hecho, te voy a proponer algo mejor. Que seleccionemos, no sé, siete ciudades de España y organicemos una escapada a cada una de ellas. A partir de ahí, crearemos cosas juntos ¿qué te parece?

    - Me parece que me caso contigo mañana mismo, Equis – contestó Silvia con una risa nerviosa de lo emocionada que estaba.

Después de aquello volvieron al apartamento, hacia a las siete de la tarde, y decidieron hacer exactamente lo mismo que el día anterior. Ambos se tomaron una copa de vino, Equis mientras preparaba la cena y Silvia mientras ponía de nuevo a punto el jacuzzi. Después cenaron y, finalmente, se metieron los dos desnudos en la bañera de hidromasaje. Comenzaron el sexo allí y lo terminaron en el dormitorio.

A Equis le había costado llegar a entenderse con Silvia en la cama, pero en aquella escapada lo estaba disfrutando como nunca. Por fin, parecía que ella no tenía esa prisa por terminar con aquello rápidamente. Después de diferentes juegos y posturas, ambos acabaron a la vez, mirándose a los ojos. Fue un momento precioso que marcaría a Equis de por vida.

A la mañana siguiente, Equis se despertó bastante temprano. Eran aún las ocho de la madrugada y no tenían que abandonar la habitación hasta las doce del mediodía, por lo que podía dormir más y aun así tener tiempo para recoger todas sus cosas e incluso desayunar con Silvia en la habitación.

Sin embargo, ni podía ni le apetecía dormirse de nuevo. Todo lo que le rodeaba era precioso y perfecto. Estaba tumbado en la cama junto a una chica desnuda, con un cuerpo perfecto. Silvia tan solo llevaba un tanga rosa y estaba medio tapada por la sábana, que dejaba entrever su precioso cuerpo. Equis se sentía feliz. Él la amaba y ella le amaba. De frente, tenía el amplio ventanal que mostraba las tremendas vistas de la sierra de Madrid. Al principio, el cielo era oscuro, pero poco a poco estaba empezando a salir el sol por detrás de la gran montaña que había en frente del ventanal. La luz rosácea dejaba ver el fenomenal paisaje.

Decidió levantarse y fumarse un cigarro a lado de la ventana. Mientras lo hacía, se sentía más que en paz: se sentía poderoso. Equis pensaba que era increíble cuantísimo habían cambiado las cosas para él. Tan solo siete meses antes, Equis estaba solo, echando de menos a Eme y haciendo el ridículo con Alba. Ahora estaba en la cresta de la ola. Compartía tiempo con una chica a la que amaba y además estaban en el mejor momento de cualquier relación: los primeros meses. Esos que se idealizan y que recuerdas para siempre.

Y aquel momento, en aquel lugar, era la representación perfecta de lo que sentía. Ahí fue cuando Equis convirtió aquellas vivencias y sentimientos en arte. Tenía todos los elementos allí, delante suyo: la mujer a la que amaba, la naturaleza imponente y su ser para disfrutarlo todo.

29 - El cielo se puso rosa

La mañana esplendorosa
En la que me enamoré
Justo después de yacer
Con la chica más hermosa
Que llegase a conocer
Al fondo montañas rocosas
Bosque verde a su merced
Allí volaban mariposas
Y no lloraban ¿para qué?
Pero lo mejor sin duda fue
Poder mirar a aquella diosa
Que lucía tan preciosa
En toda su desnudez
Y no te lo podrás creer
Pero aquel amanecer
El cielo se puso rosa
Y mi corazón también 

Diseño Capítulo 29 - El cielo se puso rosa

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