EL LIBRO DE EQUIS

PARTE 4: BELLUM

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CAPÍTULO 30 - DESDE QUE ME RECHAZÓ

Aquel local era enorme y estaba abarrotado. Nacho el Fiestas no había mentido cuando les había dicho que iban al sitio “más de moda” de Madrid. Aquella discoteca era de reciente apertura y parecía que había calado en los corazones borrachos de los jóvenes fiesteros madrileños. Había cientos de personas allí.

La gente era más bien joven, aunque entre la multitud de millennials, también se divisaban personas más mayores. La música que sonaba era mayoritariamente reguetón mezclado con canciones comerciales aleatorias. Aunque Equis aborrecía aquel estilo musical, se lo estaba pasando en grande.

Hacía como un mes que no salía de fiesta con sus compañeros del cine. Entre el trabajo y que había estado ilusionadísimo con su nuevo proyecto poético con Silvia, no había tenido muchas ganas de perder el tiempo emborrachándose. La última vez que había sucumbido a los planes de Nacho y Pablo fue el fin de semana anterior de irse con Silvia a la sierra.

Estaba con Pablo, Nacho el Fiestas y Bea. Según entraron al garito, pidieron bebidas y después buscaron un lugar donde “establecerse”. Después de tres copas, Equis llevaba un pedo increíble. Se estaba desacostumbrando de beber y sentía que le hacían más efecto. Hasta tenía ganas de bailar, que no era algo que hiciera habitualmente.

No debió pasar más de una hora cuando apareció por allí Clara junto con sus amigas Carmen y Alba. Equis estaba bailando y haciendo el idiota con sus compañeros del curro cuando ocurrió. Ya había coincidido varias veces con Alba desde que tuviera aquella historia con ella nueve meses antes. Al principio, sentía vergüenza e incomodidad por cómo había ocurrido todo con ella. Después, sobre todo desde que empezó a quedar con Silvia, le empezó a dar exactamente igual. Incluso pensaba que había sido una suerte ya que, en realidad, Alba no era una persona que le transmitiera mucha confianza.

Pero aquella noche ella estaba radiante, impresionante. Iba vestida con un peto azul marino con uno de los dos tirantes desabrochado. Debajo, llevaba una camiseta negra del grupo Extremoduro. Llevaba una estética bastante desaliñada, lo cual encantaba a Equis. Sin embargo, iba maquillada y guapísima. Llevaba puesto un rímel que realzaba el precioso color verde de sus ojos. Además, llevaba algún tipo de colorete que congeniaba con su pelo rojo. A Equis le pareció que aquel día Alba estaba más guapa que nunca.

En un principio, se comportó con ella como lo había hecho las últimas veces que se habían encontrado: con indiferencia. La saludaba cordialmente y era amable, pero después volvía con sus amigos y ninguna vez coincidían ellos dos solos en una conversación.

Sin embargo, según fue pasando la noche, Equis se empezó a dar cuenta de que Alba parecía estar siempre muy cerca de donde él estaba. Cada vez que conversaba con alguien, ella se unía. Además, en un momento dado, mientras bailaban, ella le había hablado al oído entre el ruido de la discoteca.

- ¡Oye! ¿qué tal estás? ¡Hace mucho que no hablamos! – le había dicho acercándose mucho.

A Equis le parecía curioso cómo se expresaba a veces Alba – Hace mucho que no hablamos – le había dicho. Y lo decía como si hubieran hablado mucho en algún momento de sus vidas. A Equis le parecía muy claro por qué ella se expresaba así: estaba interesada en acercase a él aquella noche y una táctica para conseguirlo era haciendo como sí ellos hubieran tenido una relación en la que hablaban a menudo, y que eso era algo que había que retomar.

Eso mismo lo había hecho cuando coincidieron en la fiesta del ático de ella. Alba había dicho: “Nos conocimos hace unos años” o algo así. Pero simplemente se habían dado dos besos y ella se había marchado. Era, una vez más, una táctica para acercarse a él.

Al principio, Equis ignoró esos detalles y siguió como si nada. Sin embargo, iba cada vez más borracho y llegó un momento en el que le apetecía mucho interactuar con Alba. En el estado en el que estaba, no tenía la mente cómo para analizar esos sentimientos, ya con seis o siete copas en el cuerpo, simplemente se dejaba llevar, como hacen todos los borrachos.

Comenzó a dar feedback a los acercamientos de la chica pelirroja y a ser él quien también hacía porque coincidieran. Durante la última hora en la discoteca, estuvieron ellos dos solos apartados del grupo. Estaban todo el rato juntos, bailando y riendo. En esa tesitura, se produjeron muchos momentos en los que Equis sentía que podía besarla y salir airoso sin problema. Le apetecía muchísimo. Durante un segundo fugaz, a Equis sí que se le pasó por la cabeza el nombre de Silvia.

En realidad, ella no era su novia como tal. Habían hablado de eso varias veces en los meses que llevaban juntos y había sido muy clara: le amaba y quería continuar su relación con él, pero no quería tener novio. Además, en alguna ocasión había mencionado que le parecía interesante eso del “amor libre”.

Al principio, a Equis le pareció que aquello era una opinión sin más, pero pronto se dio cuenta de que, en realidad, si era sincero consigo mismo, tenía que admitir que a él sí le hacía ilusión que fueran pareja formal y que no le interesaba en absoluto una relación abierta, al menos con alguien que le gustara de verdad.

Pensara lo que pensase, en aquel momento no tenía en mente ni siquiera besar a Alba; simplemente quería divertirse y disfrutar de lo que estaba sintiendo. Y así lo hizo hasta que Clara se acercó para informarles de que todos los demás se iban. Equis estaba totalmente desinhibido y la respuesta le salió sin pensarlo.

    - Tú y yo nos quedamos ¿no? – le dijo a Alba mirándole a los ojos.

Ella le respondió solamente con una sonrisa y asintiendo con la cabeza. Se quedaron bailando juntos alrededor de media hora más y allí comenzaron a enrollarse. Al cabo de un rato decidieron irse. Equis sabía que tenía la posibilidad de acostarse con ella, lo sentía. En ese momento volvió a pasar por su cabeza, fugazmente, el nombre de Silvia. – estoy viviendo algo increíble, algo que no pude tener en su momento. Además, ella cree en el amor libre, si yo le contara lo que siento seguro que lo entendería. – se dijo para poder seguir con su plan sin remordimientos.

Cuando salieron de la discoteca, Equis fue directo al grano – ¿quieres que te acompañe a casa? – le dijo sin vacilar. La respuesta de ella le sorprendió – Estaba esperando a que me lo dijeras – le había dicho sonriendo.

Caminaron juntos hasta la misma calle en la que se habían despedido aquella noche siete meses antes; aquella en la que Equis había estado deseando acostarse con Alba y no lo había conseguido. Estaba borracho, pero también decidido. En cuanto llegaron allí y reconoció la calle, tomó la iniciativa: aquella vez no le pasaría como la anterior.

Lo primero se acercó y la besó. Ella respondió a su beso. Comenzó a subir la intensidad y a meter suavemente la lengua dentro de su boca. Siguieron algunos segundos y cada vez la respiración de ambos era más fuerte. Equis empezó a acariciar el cuerpo de ella por encima de la ropa. Pudo intuir sus pechos, que tenían un tamaño considerable y seguro que eran preciosos a la vista. También le acarició el culo. Ella respondió también a aquellos gestos. Muy tímida y suavemente, también empezó a acariciarle.

De repente, ella paró. Según lo hizo, se creó un instante de silencio igual que había ocurrido la vez anterior. Equis no iba a permitir que, teniendo una segunda oportunidad con aquella diosa pelirroja, el resultado fuera el mismo. Había llegado hasta allí tan solo haciendo dos cosas: no siendo especialmente atento con Alba y, desde esa “indiferencia”, siendo muy directo en cuanto a lo que quería. Con eso claro, rompió el silencio.

    - Quiero follar contigo – le dijo mientras le lanzaba un beso de nuevo.

Alba se separó al instante y soltó una carcajada nerviosa, como si le diera vergüenza que Equis hubiera dicho aquello – ¿No es obvio? – pensaba él. Aquella frase era bastante más directa de lo que Equis acostumbraba, pero estaba decidido a intentar cosas nuevas para no repetir los mismos errores. Antes de que ella dijera nada, Equis ya intuyó lo que iba a pasar.

    - Equis… me pareces un tío súper interesante y me gustas, pero creo que me voy a subir ya – le dijo Alba, ya poniéndose más seria.

Equis no entendía absolutamente nada. Durante un segundo, pensó en poner el grito en el cielo. Estaba muy borracho y pasaban un montón de ideas por su cabeza. Quería decirle que le parecía una “puta loca” por jugar así con él; quería preguntarle que a cuento de qué, entonces, le había estado tirando los trastos toda la noche; que por qué le había dicho que estaba deseando que le acompañara a casa. Quería gritarle allí, en medio de la calle, que era una calientapollas.

Su cerebro estaba funcionando a toda máquina analizando qué diría a continuación cuando, de repente, se acordó de Silvia de nuevo – ¿Qué estoy haciendo? – pensó. Alba estaba esperando la respuesta de Equis, probablemente que le preguntase por qué se iba, pero no lo hizo.

    - Vale – dijo secamente – que descanses Alba. – Añadió al final girándose y marchándose.

No se despidió de ella con dos besos y ni siquiera le miró a los ojos, simplemente se marchó. Y eso era lo último que recordaba de la noche.

A la mañana siguiente se despertó con una resaca feroz y una sensación de asco tremenda. Además, no sabía exactamente cómo había vuelto a casa. Sabía que había ido hacia la parada del bus cuando se separó de Alba, pero el resto del trayecto era un misterio.

Según se levantó de la cama, fue a por un cigarro. Lo necesitaba para asimilar todo. El cigarro se convirtió en dos y un café y, después de un rato pensando y recordando la noche anterior, solo había una pregunta que se hacía y para la que no encontraba respuesta: “¿Cómo he podido ser capaz de hacer esto?”


30 - Desde que me rechazó

Voy buscando solución
Para una cuestión vital
¿Cómo coño me pasó
A mí, que soy el titular
De la selección mundial
Del deporte del amor?
Yo, que soy un tiburón
En las olas del amar
Pierdo la respiración
Cuando empiezo a bucear
Soy un creyente sin Dios
Una mina sin pisar
Y necesito averiguar
Cuál es la razón
Cómo coño fui capaz
De traicionar
Su amor
Y entre tanta confusión
Me confieso la verdad:
Desde que me rechazó
Me gusta cien mil veces más 


Diseño Capítulo 30 - Desde que me rechazó

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