EL LIBRO DE EQUIS

PARTE 3: NIHILO

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CAPÍTULO 21 - VERTE NUBLADO

Eran alrededor de las 8 de la mañana y Equis acababa de entrar tambaleándose por la puerta de su pequeño apartamento. Lo primero que hizo fue prepararse una pizza precocinada que tenía en el congelador para saciar el hambre que le producía haber estado bebiendo sin haber cenado nada la noche anterior. Equis no fue consciente de cómo se la comía, pero debió tardar menos de cinco minutos en engullirla.

Después fue al cuarto y se quitó la ropa, quedándose en calzoncillos. Antes de meterse en la cama, se fumó un último cigarro en la ventana, asimilando todo lo que había ocurrido.

Había sido una noche bastante intensa hasta que conoció a Alba. Desde ese momento, había sido una locura absoluta. Equis no recordaba claramente los momentos posteriores a su charla con ella. Sabía que, justo después, había estado con Pablo y con su novia Clara, y que ella le había dicho: “por lo visto le has encantado a mi amiga Alba ¿no?” con una sonrisa cómplice. Después, no tenía claro con qué gente había estado en cada momento. Tampoco era muy consciente de las copas que pudo beberse desde aquella que se había servido con Alba. Podían haber sido tres, ocho, o diez. Ni tampoco de los cigarros.

Pero sí había ciertos momentos de la noche que recordaba con nitidez. Recordaba cómo Alba, de vez en cuando, aparecía por la zona de la terraza donde estaban Equis y el resto del grupo del cine y, cada vez que lo hacía, bien ella le lanzaba aquella mirada que decía: “absolutamente me atraes”, o bien se le acercaba y le decía al oído algo así como: “en un rato estoy contigo, espero que hayas pensado algo”, refiriéndose al poema que él había prometido escribirle. Él le respondió la primera vez “Lo tengo desde que te vi” y, a partir de ahí, le decía solo “Desde que te vi”.

Equis había tenido las palabras en su mente apenas unos segundos después de que ella propusiera que le escribiera algo. Eso era una premonición buenísima, además de que podía utilizarlo para generar intriga y, con ello, la intimidad necesaria para leérselo a Alba a solas.

Sin embargo, llegó un momento en que Alba dejó de aparecer por allí. Durante un tiempo Equis se olvidó de ella y estuvo charlando con diferentes personas, tanto amigos del grupo del cine como amigos aleatorios de Clara.

Pasado un buen rato, la terraza se empezó a vaciar y Clara se dirigió al grupo para decirles que ya había que acabar con la fiesta. Mientras salían, le contó a Equis que se terminaba porque a Alba le había sentado mal beber tanto y había acabado vomitando, así que se había ido a dormir un rato antes. Al llegar al portal le dejó un chascarrillo final: “Bueno y ya me contarás qué tal con Albi”. Equis simplemente sonrío, aunque por dentro pensó que era una gran noticia que Clara dijera eso, porque podía ser que Alba le hubiera dicho algo sobre él.

Cuando salieron a la calle, se despidió de todo el mundo y se marchó. Caminó hasta la parada del bus pensando en Alba: aquella chica era guapísima y muy simpática. Y lo mejor de todo era que parecía estar realmente interesada en Equis. Sin embargo, tenía sentimientos encontrados con respecto a aquella chica de pelo rojo.

Por una parte, creía que podía haber algo de “verdad” en aquella historia. Le habían salido aquellos versos de manera espontánea; eso tenía que ser una señal. Además, Clara había comentado cosas durante la noche que le hacían pensar que Alba realmente estaba interesada en él, ya que su amiga y novia de su mejor amigo le avisaría si viese que estuviera metiendo la pata con ella.

Pero, por otra parte, había algo que no terminaba de cuadrarle. No era ningún pensamiento lógico, era más bien una intuición. Sentía como si hubiera una voz callada detrás de su oreja izquierda. Una voz que aún no se había materializado, pero que estaba ahí. Equis sentía que conocía a aquella voz de toda la vida; y sabía exactamente lo que diría cuando hablara: “te estás equivocando”.

Equis estaba demasiado borracho para aquellos pensamientos. Por suerte para él ya llevaba varios minutos esperando inmerso en todo aquello, cuando llegó un autobús que le llevaba cerca de casa. No era el más directo, pero quería coger uno cuando antes. Ya no solo porque fuera ebrio, sino porque empezaba a estar también muy cansado y a encontrarse algo débil por no haber cenado nada cuando salió del cine. Se subió en aquel bus, se sentó y sacó su móvil y sus cascos para ponerse algo de música. Le parecía buena manera de terminar la noche, como había empezado.

Al sacar el móvil se dio cuenta, una vez más, de lo tremendamente pedo que iba. Le costó bastante poner el código de seguridad y conectar la clavija de los auriculares. Cuando quiso buscar la aplicación de música vio que, en el icono de la aplicación de Facebook, había un circulito rojo con un “4”, que indicaba que tenía cuatro notificaciones. Decidió mirarlas, por aquello de entretenerse mientras viajaba en el bus. Equis se dio cuenta de que todas eran referentes a las fotos que Bea les había hecho a todos los del cine aquella misma noche.

La primera notificación era una “invitación de amistad” de Bea. Como hasta aquella noche solo se conocían de vista en el trabajo, no tenían ni sus números ni sus redes sociales. Ella debía haberle encontrado en la app a través de Pablo o Nacho. La aceptó. Las otras tres notificaciones eran “etiquetas” de las tres fotos que su compañera había subido. En las tres salían los cinco: Nacho, Bea, Alex, Equis y Pablo, junto con Clara, que ya era como “una más” del grupo del cine. En dos de las fotos salían sonriendo y posando, la tercera era una foto de todos poniendo “caretos” bastante divertida.

Equis estaba entretenido mirando las fotos, ya que lo hacía lentamente por el ciego que llevaba, pero solo hizo falta que levantase la cabeza un segundo para que todo se torciese…

Ese autobús hacía una ruta distinta del que le había llevado hasta el centro de Madrid a la ida. El que había cogido daba un rodeo mucho más grande, ya que no iba por vías principales, sino que atravesaba por distintos barrios y tenía muchas paradas. Una de las zonas por las que pasaba, era bordeando el gran parque que había cerca de su barrio, ese por el que había estado transitando algún tiempo atrás, en Tristitia.

De repente, pensó en Eme. Lo primero, vio en su mente su silueta. Esas líneas curvas que contorneaban aquel cuerpo maravilloso con aquel color azul ficción en la cabeza. Intentó recordar su rostro, sus preciosos ojos; y de alguna manera lo conseguía, pero no era un recuerdo nítido. Y no era por estar borracho, Equis estaba seguro de eso. Su imagen se iba desgastando con el tiempo y, al final, solo quedaría la primera silueta que a Equis le había venido a la mente. Lo sabía, ya le había pasado. Y era una pena tremenda, con lo muchísimo que él la había querido. Y ahora ya no tenía ni siquiera un recuerdo claro de ella. Ni siquiera eso, nada…

Por algún motivo, Equis sintió el teléfono en su mano. No había vibrado ni nada, simplemente lo sintió. Lo miró, se había bloqueado la pantalla al no usarlo. Dio al botón que lo desbloqueaba y apareció de nuevo la aplicación de Facebook. Sus ojos, de manera no consciente, se fueron directos al icono con la lupa. – Quizás, pueda verla una vez más – pensó desde la ebriedad.

Buscó a Eme en la aplicación y la encontró. No había visto su perfil desde hacía mucho, ya que solo se metía en la cuenta de su blog de poemas para publicar y poco más. Además, Eme casi nunca publicaba en ninguna red social, solo se metía para entretenerse viendo cosas. Eso hacía que fuera muy posible que Equis no pudiera verla “en la actualidad”, dos meses después de haber cortado, pero podría ver alguna de las fotos antiguas y recordarla. Pinchó en el botón del perfil.

Una vez dentro, Equis deslizó hacia abajo para ver las últimas publicaciones. La más reciente era un álbum de fotos en el que habían etiquetado a Eme. Era de un par de días atrás. Equis empezó a ponerse un poco nervioso: iba a poder verla en la actualidad. Comenzó a ver las fotos, eran muchas. Parecía que Eme, su hermano y sus amigos estaban en algún tipo de casa en la sierra o algo parecido.

En las primeras fotos no aparecía ella. La mayoría eran de Pedro, el imbécil de su hermano, con sus amigos. Entre ellos estaba Cantero, el gañan que siempre había estado enamorado de Eme. A Equis se le ponía mal cuerpo solo de recordar lo apestoso que era pasar tiempo con esos imbéciles para estar con ella. Mientras pasaba fotos e iba rememorando amargas vivencias con aquellas personas, ella apareció; y no estaba sola.

En la foto salían, sentados en un sofá, Eme y Cantero. Los ojos de Equis fueron directos a por Eme, quería verla de nuevo. La foto la había hecho alguien de pie, ya que se veía algo “picada”. Eme estaba guapísima, seguía teniendo el pelo azul y seguía igual de espléndida y atractiva que siempre. Además, en aquella foto, salía partiéndose de risa y, desde siempre, estaba increíblemente guapa cuando se reía. Todo esto provocaba un montón de sensaciones agradables en Equis, estaba admirando la belleza misma. Disfrutó de aquellos tres segundos mágicos en los que solo la vio a ella, para después analizar la foto completa.

Aparecía Eme, sí, pero estaba sentada justo al lado de Cantero, que tenía el brazo derecho alrededor de su cintura. Ella tenía su pierna izquierda puesta encima de la derecha de él. Además, en la foto Eme agarraba el brazo de Cantero por la muñeca, que era lo que hacía cuando le entraba un ataque de risa: te agarraba y te zarandeaba. Pero lo peor de todo era como se miraban mientras ella reía. La foto manifestaba una conexión muy bonita entre ellos, algo que a Equis le estaba produciendo una angustia profunda.

A pesar de estar incluso encontrándose mal físicamente, siguió mirando la foto durante unos segundos. Veía a Eme y se sentía a millones de años luz de ella. Era una sensación de agobio, claustrofobia y frustración. Y ella no solo estaba lejos, sino que además estaba estrechando lazos con Cantero, el feo y paleto “mejor amigo” de Eme que siempre había estado enamorado de ella.

Por fin, volvió a levantar la cabeza. Volver a la realidad supuso un golpe demasiado duro para su cerebro, que ya estaba más en un proceso de resaca que de borrachera como tal. Estaba amaneciendo y el cielo, que ya no era muy oscuro, se estaba volviendo rojizo sobre la línea del horizonte. De repente, algo despertó dentro de Equis.

El autobús estaba bordeando el parque y, aunque aún faltaban varias paradas para llegar a la más cercana a su casa, se bajó en la siguiente, que estaba bastante cerca de los edificios donde, un par de meses atrás, había estado haciendo aquellas pintadas para Eme. No sabía por qué, pero algo le había impulsado a levantarse para bajarse. De alguna manera ya sabía lo que iba a hacer, pero no era capaz de convertirlo en palabras en su mente.

Caminó, adentrándose en el parque, hasta la colina que en su momento iba a ser el lugar dónde volvería con Eme. Desde allí se veían los edificios dónde se había colado, había pintado y luego huido de la policía. En los tres grandes salientes donde había pasado Equis el rodillo, había de nuevo pintura negra. Él mismo vio cómo borraban su obra. Pero, por algún motivo, decidió sentarse en el banco que había, fumarse un cigarro y mirar los salientes del tejado detenidamente. Todo fue como una premonición, como si el subconsciente de Equis ya supiera exactamente lo que buscaba.

Mientras se fumaba aquel cigarro, se fijó detenidamente en los salientes. Los dos de los extremos (las dos “Es”) eran totalmente negros, del mismo color que el tejado. Pero el saliente central (el que contenía la “M”) tenía algo extraño. Fue ahí cuando lo vio. Era como si la pintura que había usado Equis para aquella letra, que era verde, fuera más corrosiva que la que había utilizado el pintor encargado de taparla. El resultado era que, si te fijabas, se podía distinguir una “Eme” por debajo del negro. Una “Eme” borrosa, una Eme nublada.

21 - Verte nublado

Hoy la vida me ha llevado
Otra vez a la pendiente
De ser un esclavo
De estar enganchado a verte
Esa bala me ha matado
Caigo libre aquí en mi mente
¡No debiste haber mirado!
Grita ahora el subconsciente
Y me duele fuerte
Y es entonces cuando sientes
En qué te has equivocado:
Que si la vida lo ha invocado
Lo que espera es que lo aceptes
Y que es mejor verte nublado
Que perderte para siempre

Diseño Capítulo 21 - Verte nublado

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